Benoit McKiernan
Benoit McKiernan
Garabandal es un lugar verdaderamente especial, marcado por la presencia de nuestra Madre, la Virgen María. Cada vez que iba a rezar el Rosario los sábados, me he encontrado con una experiencia de fe muy bonita y con un ambiente constante de paz y alegría, sin importar el clima. Es un lugar donde el silencio del recogimiento te envuelve y te permite orar. Recuerdo un sábado en particular, justo después de haberme confesado: sentí una mirada de afecto maternal de María sobre mí, una certeza de su cuidado que nunca había experimentado, como si estuviera delante de mí. En ese momento, comprendí con una mayor claridad que María cuida a sus pequeños con un amor y afecto grande. Ella es una verdadera Madre para todos, y en Garabandal encontré la confirmación de que podemos confiar plenamente en su intercesión, siempre.
Deisy Hernández
Deisy Hernández
Mi experiencia en Lourdes fue algo que jamás imaginé vivir. Llegué a este lugar sagrado con el corazón herido y atravesando un momento de mucha dificultad emocional, sintiendo que había algo dentro de mí que me costaba mucho sanar. Pero al entrar al santuario, sentí ese abrazo de madre' que te envuelve. El momento más impactante fue en la Gruta, cuando al tocar y beber el agua, sentí una paz inmensa, una que no había experimentado en años. Estar frente a Nuestra Señora de Lourdes me permitió sanar ese dolor interior y me reforzó la fe en su intercesión. Además, ver a miles de peregrinos de todas las naciones unidas cada noche en la procesión del rosario fue la prueba de que, a pesar de las divisiones del mundo, podemos estar unidos en la oración y el amor.
Citlali Anahi
Citlali Anahi
Mi peregrinación a Medjugorje fue una experiencia que cambió mi vida por completo. Llegué sin expectativas y regresé completamente enamorada de nuestra Santísima Madre. Algo inesperado sucedió cuando me pidieron que tradujera para los hispanohablantes. Por obediencia, acepté, pero al principio me resistí a la idea y me sentí con demasiados nervios y con muy poca confianza; sin embargo, en la montaña de las apariciones, mientras traducía, las palabras fluyeron de mí como un río calmado y perfecto. No comprendía las palabras que salían de mí y de dónde las aprendí, y supe que no era yo quien traducía, sino la Virgen María. En ese instante, comprendí con claridad que Dios me estaba usando para algo. Ver a miles de católicos de rodillas. Adorando y haciendo sacrificios, me enseñó que el verdadero amor es darse a los demás. A decir que sí cuando Dios nos pide algo especialmente cuando no es algo fácil, pero es para sacrificar y ayudar a los demás. Regresé a casa con el corazón lleno de paz, un propósito de vida más claro y una fe viva que ahora se enfoca en amar y servir a mi comunidad.